por Pascale Bonnefoy M. (Click here to read this article in English)
Tras su ejecución a mediados de septiembre de 1973, los cuerpos de Víctor Jara Martínez, Littré Quiroga Carvajal[1] y otras tres personas quedaron botados en las afueras del Cementerio Metropolitano de Santiago. No está claro quién dio aviso del hallazgo de los cuerpos, ni cómo fueron trasladados al Instituto Médico Legal, pero fueron encontrados juntos en la vía pública. Sin embargo, de acuerdo a los registros de ingreso al IML, Jara y Quiroga aparecen llegando en distintos días y por diferentes vías a la morgue.
Según el libro de ingreso del IML, Quiroga llegó un día después de Jara, procedente de la Octava Comisaría. Su fecha de muerte se determinó como el día 15, el mismo día en que Jara ya se encontraba en la morgue.[2]
No se ha confirmado la identidad de las otras tres víctimas, pero según el registro del IML, se puede presumir que fueron Miguel Díaz León, 18 años, Ángel Espinoza Valenzuela[3], 21 años, y un NN aún no identificado. Los tres ingresaron a la morgue como NN junto a Víctor Jara el 15 de septiembre a las 13.30 horas, todos procedentes de la Primera Comisaría de Renca y remitidos por la Segunda Fiscalía Militar. El deceso de tres de ellos fue determinado como el 14 de septiembre a las 7 horas en la vía pública. El NN habría muerto el mismo día 15.
Víctor Jara también había ingresado como NN a la morgue pero su identidad fue posteriormente confirmada por el Servicio de Registro Civil. Fue Héctor Herrera, el funcionario del Registro Civil enviado al IML a reforzar el trabajo de toma de muestras dactiloscópicas, junto con un colega, quienes lo reconocieron entre los cuerpos.
“Estaba muy sucio, muy golpeado, con heridas, tierra y sangre. Se parecía a Víctor Jara pero no estábamos seguros. Nosotros le tomamos las huellas. Una colega amiga en Dactiloscopía en Registro Civil nos confirmó su identidad al día siguiente. Busqué los datos personales de Joan Turner en el fichero índice del Servicio y fui a su casa a anunciarle la peor noticia,” relata Herrera.
El feriado del 18 de septiembre, Herrera ayudó a Joan Turner a hacer los trámites para recuperar el cuerpo.
Fue la única vez que hizo una gestión similar. En varias otras ocasiones, al confirmarse una identidad en el Gabinete de Identificación, Herrera llamó a los familiares desde un teléfono público para darle el escueto mensaje de que buscaran en la morgue. Y cortaba.
El mismo día en que se enterraba el cantante en el Cementerio General, Bolívar Quiroga entraba a la morgue en busca de su hermano Littré.
“Asesinado por extremistas”
El Director del Servicio de Prisiones, Littré Quiroga, abogado y militante comunista, se había presentado a su trabajo el día del golpe; instruyó a los funcionarios a que se retiraran, y con él se quedó una sola persona, el coronel Alejandro Pozo Ormeño. El oficial después contó a la familia que cuando Quiroga escuchó el bando que ordenaba su entrega antes de las 16.30 horas de ese día, llamó al Ministerio de Defensa para dar cuenta de que estaba en el Servicio de Prisiones y que lo fueran a buscar ahí. Escribió dos cartas a su esposa Silvia, otra a sus tres hijos y una a su madre.[4] En todas ellas se despedía; sabía que probablemente no los vería de nuevo. Los militares lo detuvieron esa noche.
Un médico del Servicio de Prisiones que se encontraba en el IML reconoció su cuerpo con dificultad. Littré Quiroga había ingresado como NN. El médico avisó a una abogada de su institución, quien a su vez notificó a una amiga suya, quien era profesora del Liceo Experimental Manuel de Salas, donde estudiaban los hijos Quiroga. Ella llamó a uno de ellos, René.
René avisó a Bolívar, el mayor de los cinco hermanos después de Littré. Partieron al IML, pero Bolívar entró solo. René se quedó afuera.[5]
En medio de centenares de cuerpos, Bolívar le dijo a un grupo de uniformados que estaba buscando a su hermano. Los militares parecían estar borrachos y dijeron que no habían dormido ni comido en días; estaban agresivos, violentos. “Ese conchesumadre… Creo que por ahí lo tenemos,” dijo uno, apuntando a un lugar. “Apúrate, sino te matamos a tí también.”
Los militares lo siguieron mientras hacía el recorrido entre medio de los cadáveres. Finalmente, lo encontró en el suelo, desnudo.
“Te salvaste que lo reconociste ahora, porque mañana vamos a llevar a todos estos huevones al frente, donde los tiramos,[6]” le dijeron.
Funcionarios del Servicio de Prisiones llegaron a la morgue y gestionaron la entrega del cuerpo. Todo debía ser rápido.
“Nunca supe si se le hizo autopsia. Reinaba el desorden y el miedo. Estaba lleno de cadáveres y por ello no existían rituales ni procedimientos, a tal punto que la entrega del cuerpo se hizo con la instrucción de proceder de inmediato con la sepultura,” recuerda René Quiroga.
Al día siguiente, se hizo la entrega del cuerpo de Littré Quiroga en una urna sellada. A los familiares se les ordenó esperar afuera. Nunca vieron sus restos.
“Siempre tuvimos el temor de que no fuera él. Perfectamente podrían haber puesto otro cuerpo en la urna, porque la entregaron sellada. Tuvimos suerte que alguien lo reconoció y la familia pudo enterarse y recuperarlo. No sólo eso, sino que después de más de 37 años, pudimos comprobar que esos huesitos que exhumamos eran realmente de él,” relata Hugo Quiroga, su hermano menor.
Algunas semanas después, el diario La Segunda informaba que Quiroga había sido “asesinado por extremistas”. Así explicó su muerte: “Fue acribillado a balazos por su pertinaz negativa para acceder a las demandas de un comando que exigía libertad de miristas y de otros terroristas recluidos en la Cárcel y en la Penitenciaría… Además se acusó a Litré Quiroga de maltrato a reos extremistas de izquierda”.[7]
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[1] Víctor Jara había sido arrestado el 12 de septiembre en la Universidad Técnica del Estado junto a centenares de estudiantes, académicos y funcionarios, y trasladado al Estadio Chile. A ese recinto también fue llevado el Director Nacional del Servicio de Prisiones, Littré Quiroga, quien se había entregado a las nuevas autoridades militares la noche del 11 de septiembre.
[2] Una versión oficial entregada por la Cancillería chilena el 27 de marzo de 1974, citada en el Informe Rettig, señalaba: “Este funcionario del régimen depuesto fue muerto por delincuentes habituales”.
[3] Según testigos consignados en el Informe Rettig, Ángel Espinoza y Miguel Díaz fueron detenidos por Carabineros el 12 de septiembre en la comuna de Quinta Normal y trasladados al retén de la población Radal. Desde ahí se les perdió la pista hasta que llegaron a la morgue tres días más tarde. Es posible que en ese lapso hayan estado en el Estadio Chile.
[4] Las cartas fueron proporcionadas a ArchivosChile por un hermano de Littré Quiroga. La familia Quiroga donó estas mismas cartas al Museo de la Memoria.
[5] Bolívar Quiroga no contó lo sucedido dentro de la morgue a su familia hasta 2010, cuando se exhumaron los restos de Littré Quiroga para confirmar su identidad. Este relato está construido a base de lo que les contó a sus hermanos Hugo y René.
[6] Se referían al Cementerio General, ubicado a media cuadra de distancia.
[7] “Extremistas asesinaron a ex Director de Prisiones”, La Segunda, 9 octubre 1973, p. 24.
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