por Pascale Bonnefoy M. (Click here to read this article in English)
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El caso de Santos Víctor Manuel Romeo González, un contador de 33 años, reúne varias de las incongruencias entre los registros del Servicio Médico Legal y el Cementerio General de Santiago. La autopsia practicada por el Dr. Alfredo Vargas determinó su fecha de muerte como el 18 de septiembre, el mismo día que ingresó como NN a la morgue. En un oficio fechado el 18 de septiembre, el Registro Civil confirmó al SML que las huellas tomadas a ese NN el día anterior – es decir, antes de su muerte- correspondían a Romeo González.
Luego, según los archivos del SML, su cuerpo fue retirado por su hermano el 9 de octubre y llevado al Cementerio Metropolitano. Sin embargo, el Informe Rettig consigna que sus familiares fueron informados después en el SML de que Romeo González había sido enterrado en el Cementerio General, cosa que, según el mismo informe, comprobaron posteriormente, por lo que era imposible que haya sido retirado por su hermano.
En el registro del Cementerio General, en tanto, Romeo González aparece llegando 10 días después de su supuesta salida del SML al Cementerio Metropolitano, el 18 de octubre. Aún más: el Libro de Ubicaciones del cementerio indica que fue incinerado ese mismo día.
Hacerlos caber
No sólo sepultaban de a dos o tres en un cajón, sino que también mutilaban el cuerpo para hacerlo caber. Fue el caso de Ricardo Pardo Tobar, ex instructor de la Escuela de Paracaidistas de Peldehue y posteriormente miembro del MIR. Había sido detenido y ejecutado en el Estadio Nacional el 10 de octubre y enviado por la propia morgue al Cementerio General ocho días después. Fue enterrado en el Patio 29, pero su familia no se enteró hasta marzo del año siguiente.[1]
A través de una compañera de trabajo, su esposa, María Isabel Núñez, supo que a Pardo lo habían ejecutado el mismo día de su arresto y partió a la morgue. Ahí le entregaron la argolla de matrimonio y su carné de identidad, y le dijeron que fuera a buscarlo al Patio 29 del Cementerio General. Junto a familiares y compañeros de trabajo, María Isabel Núñez compró un nicho en el camposanto para trasladarlo, y un oficial de ejército la condujo a la sepultura 2512 del Patio 29, donde había quedado inscrito con su nombre completo al llegar, sin que nadie lo supiera.
Cuenta la viuda de Pardo que el oficial le pasó una pala a uno de los familiares y él cavó hasta topar con una pequeña artesa. El cuerpo de Tobar estaba cortado en tres: a la altura del tórax, el ombligo y las rodillas. Era la única manera que pudiera caber. El militar le dijo a la viuda que por haber pertenecido a las Fuerzas Armadas, le dieron la preferencia de enterrarlo solo, porque en muchos otros casos, estaban dejando tres cuerpos juntos. Ella se desmayó.
[I] El relato sobre Ricardo Pardo se basa en entrevistas a su viuda, María Isabel Núñez, y otros miembros de la familia realizadas por esta autora en 2005.
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